Añoro el mar,
tocar la arena fría con los dedos
al enterrar los pies,
al enraizarme
muy cerca de la orilla
esperando a que el agua
venga y quiera llevarme muy adentro.
La espuma de las olas me acaricia
haciéndome cosquillas
y echo a andar, despacito,
hacia el encuentro.
Me mezo en su sonido cadencioso,
dejando que me lleve,
que me traiga,
va tirando de mi para que siga.
Sumerjo la cabeza en su reposo,
escucho el susurrar de las burbujas
como chispas brillantes
que inundan mis oídos.
Y estoy en paz
conmigo y con el mundo
porque el agua del mar
me deja limpia.