Es la una y no encuentro la maleta.
La pequeña de piel,
como de abuelo.
Doy vueltas y más vueltas.
Me hago perder el tiempo.
Es la una y media.
No he empezado aún.
Me siento en el borde de la cama.
Sostengo la cabeza entre las manos.
Miro mis pies,
el suelo pisado tantas veces.
Siento la piel caliente
y, mojadas, las penas
van saliendo .
Son las dos y la busco en los armarios.
Encuentro una más grande.
No me sirve.
En esta cabe mucha más historia
y la ropa de invierno
y de verano.
No sé si estaré fuera tanto tiempo.
Si me pongo a guardar me vuelvo loca.
Hay tanto acumulado…
Sobrecoge.
Si meto la ilusión y los esfuerzos,
el hastío, los nubarrones, los abrazos,
la música o las pelis que nos unen…
Por eso quiero la maleta pequeña,
para llevar solo lo imprescindible.
Nada más
que un par de camisetas y un vaquero,
el amor que te tengo y que me tengo.
Y será suficiente para el viaje.
Con eso igual no tardaré en volver.