En mi tierra han prendido las semillas,
esquirlas transparentes de mi fragua.
Me crece por debajo de la enagua
un árbol que es amor y de amor brilla.
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Le procuro cuidados con esmero.
Lo riego con los cantos de mi boca.
Con mi llanto lo limpio de carcoma.
Lo alimento con sueños venideros.
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Que crezca, que florezca y dé su fruto,
vida para ofrecérsela a los tristes.
Aunque no quita el hambre alivia el luto.
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Que sus ramas nos mezan, porque existen
territorios lejanos, aún ocultos,
que alcanzar con la voz antes de irse.