Suena su despertador.
Entre sueños presiento que se marcha
y le beso la espalda
en un gesto que parece cotidiano.
Suena más tarde el mío
una primera vez.
Lo pospongo y me giro hacia su lado.
Esta es una mañana cualquiera en cualquier casa.
Añoro ese cualquiera entre mis muros.
Cierro los ojos.
Huelo el trozo de sábana
surcada por los pliegues de su cuerpo.
Su cuerpo,
que se ha ido a una rutina
de la que no soy parte.
El mío,
que reposa sin intención alguna,
aplazando el momento de comenzar el día
como aplazo el momento
de retomar mi rumbo.
Boca abajo.
Relajado.
Solo.
No ha quedado ni rastro de su paso
en mi suelo,
tan solo un almohadón tirado con desgana.
Queda también un vaso en la mesilla
con idénticas huellas
a las que me ha dejado por el cuerpo
y ese sutil olor de su saliva seca.
El reloj me recuerda que se está haciendo tarde.
No he contado las veces que lanzara
su punzante advertencia
atravesando mis divagaciones.
Habrá que echar a andar.
Despertar a mis niños.
Hacer el desayuno.
Localizar las llaves.
Colgarles la mochila y comerlos a besos
en la puerta del cole.
Volver sola a mi coche de camino al trabajo.
Volver sola a la vida
de camino al futuro.
.
“clock” by koorosh B is licensed under CC BY 2.0