Contemplo a una mujer
que camina desnuda
con su hijo entre los brazos.
.
Casi danza,
meciendo sus caderas,
el baile de las madres para invocar al sueño.
Pasea por la orilla laboriosa del mar,
sobre el encaje blanco y dorado de la espuma,
en el acantilado incierto
de la vigilia.
.
Permite que las olas
le acaricien los pies
con su susurro:
Baila,
sigue bailando,
que ya se acerca
el sueño.
.
El niño se sumerge en su pecho desnudo
-minúscula galera que reposa
sobre el fondo marino-
El hueco de su mano
revela un escondite.
Medusa en un disfraz de caracola.
.
Sé lo que esa mujer está sintiendo.
Lo sé precisa y testarudamente.
.
Conozco la arenosa frialdad de sus pisadas,
su abdomen arrumbado en la caricia,
cada paso de baile
como un rito tribal
regalo de la madre primigenia.
.
Presiento el peso húmedo del hijo
y su perfume tibio de salitre;
cada respiración
pequeñísima y dulce,
tormenta tropical de su garganta.
.
Sé lo que esa mujer está sintiendo.
.
No hace tanto que yo
fui como ella.